Frente a una situación actual, tú y yo podemos hacer mucho, sí así nosotros lo deseamos o elegimos dedicar nuestro ser. Con una palabra, pensamientos, sentimientos y acciones nos dedicaremos a crear ambientes de armonía, bienestar y vida. Espacios y momentos de paz que están en el corazón de la humanidad y nosotros podemos estimularlo propiciando buen trato a todos en la vida cotidiana.
La palabra, que es la expresión del pensamiento corporificado, es fundamental en la creación de los ambientes armoniosos en los que se desenvuelve la vida. Tomar consciencia de ese poder es ser el maniobrista que toma el timón del barco y decide llevarlo al destino deseado. Su fuerza está en relación directa del sentimiento con la intensidad del pensamiento. Cuando el pensamiento está acompañado del sentimiento y se manifieste mediante la palabra es como una orden para que se materialice lo pensado. Ante una sociedad que busca el bien, así también inconscientemente busca el mal, en un mundo que se debate entre la guerra y la paz, en el que parece más lo negativo que lo positivo del ser humano; es así que encontramos todos los días en las primeras planas de los diversos diarios y noticieros más informaciones dolorosas y tristes que saludables, por ello es nuestro deber social pensar y hacer lo positivo, tener sentimientos armoniosos y ejecutar acciones agradables y equilibradas. Cuando una parte tan grande de la humanidad sufre, es imperioso encontrar momentos de felicidad para impregnar los éteres del aroma que desprende la vibración más alta de fraternidad.
A veces creo que es por pura distracción que nos sentimos tristes o deprimidos, ya que tenemos innumerables motivos para ser felices. Un cielo azul, las flores que perfuman nuestra vida, las estrellas, los árboles, la mirada de los seres amados, el aire que nos llena de vida, el agua que sacia nuestra sed de vida…. cuántas cosas maravillosas más. Sin embargo, con nuestra palabra intensificando los pensamientos negativos a través de los innumerables comentarios sobre la situación mundial cerramos las puertas a lo bello, lo bueno y lo verdadero de la vida y luego pretendemos que las cosas nos salgan bien.
La palabra es una manifestación del verbo, pero no es su única manifestación, porque a través de los gestos, el contacto, las miradas y el tono de la voz, mas el verbo también se manifiesta.
Es un poder de doble filo, que utilizamos inconscientemente. Con ella podemos hacer, provocar, esclarecer, ayudar, animar, o por el contrario, podemos perjudicar, esclavizar, condenar y destruir.
Por no reconocer las leyes del mundo invisible, muchos arrojamos palabras a diestra y siniestra como fósforos encendidos provocando incendios en el hogar, vecindad, barrio, trabajo, entre los amigos. ¡Cuántas tragedias, rupturas, crisis provocadas por palabras negativas dichas en el momento inapropiado!
Hay personas que al hablar utilizan palabras groseras como parte de su vocabulario habitual y, a veces, hasta maldicen. Entre parientes y amistades la maldición se ha hecho muy común. Cada vez que algo les sale mal maldicen al decir “maldita sea”. Recuerdo una vez, en un encuentro fraternal en un lugar muy especial, el promotor del evento, una persona reconocida y que le admiraba profundamente, al constatar que había perdido su abrigo en el tránsito de su casa al local, comenzó a maldecir con tanta furia que quedé atónito y me di cuenta que muchas veces, seres que han consagrado su vida al servicio y de una vida en armonía y bienestar, por no conocer bien las leyes básicas de la vida armoniosa, se hacen mucho daño y, dañan el trabajo que con tanto amor hacen. Sentí una profunda compasión que llegó a la ternura, quise decirle tantas cosas, pero no me atreví. Únicamente le dije: “tan solo te queda afirmar que lo vas a encontrar, porque es la única opción que tienes”. Efectivamente. Sí, lo encontró, porque cuando una persona es fraterna y armoniosa, forma y se rodea de gente pura, quienes guardan sus cosas y luego devuelven.
Lo contrario a la maldición es la bendición, que es decir buenas cosas, palabras que aporten el bien. Si estas palabras están acompañadas por un corazón desinteresado y dueño de sí, atraen partículas de los planos más sutiles y las depositan sobre aquello que se ha bendecido, ya sea una persona, un objeto, una ciudad, el planeta. Esta costumbre es especial para crear ambientes de paz, de amor, de luz, ambientes en los cuales la vida se puede desenvolver con más dulzura, más amor, más belleza.
Los invito a bendecir sus objetos, aquellas cosas “inanimadas” con las que entran en contacto todos los días. La ropa, el auto, los muebles, los adornos. Ellas se van impregnando de partículas que provienen del alma de cada uno de nosotros, semillitas de luz que podemos depositar en ellas.
La observación que podamos hacer de las palabras que a diario pronunciamos, nos sirve para conocernos mejor a nosotros mismos. Hay que darse cuenta que cada palabra que sale de nuestros labios estaba dentro de nosotros. Nadie la puso ahí. Salió de nuestros pensamientos y sentimientos. No podemos engañarnos y decir que aquello que hablamos no refleja lo que tenemos por dentro. Más bien, si notamos que nuestra palabra es negativa, crítica, mordaz, debemos observar las áreas de nuestra vida que deben ser corregidas. Es un aviso que no debemos subestimar.
Nuestra manera de hablar refleja cómo somos.
Vivimos en el sonido, porque todo lo que vibra emite una nota, un sonido. Tu forma de vivir, de hablar, de moverte emite un sonido. Tu palabra es tu sonido externo y tus pensamientos y sentimientos tu sonido interno. Nuestra personalidad es como un instrumento musical en el que el alma, nuestro Yo Real, toca su melodía. Si el instrumento está desafinado, por más virtuoso que sea el violinista no puede emitir una melodía armónica.
Vivamos con el propósito de emitir una nota armónica en nuestra vida. Es nuestra mejor forma de honrarla. Cuida tus palabras, no pronuncies palabras vanas, guarda silencio, di la verdad agradablemente y no mientas por agradar. Practica intensamente la cordialidad en tu forma de hablar y modula tu voz para que emita una nota armónica.